Capítulo VII

Sinopsis prosódica de los capítulos anteriores hecha por la criada del principal primera:

»¡Ay que ber, la de lagrimas gordas como garbanzus que me ha hecho llorar esta istoria! El protagonisto es un señoritu la mar de malo y abanpiresado, que por cierto se parece mucho al novio de mi amiga Petra, la chica del tercero segunda, que es tranviario y que, por cierto, me dijo el otro día si quería salir con el, el muy sinverguenza, estando en relaciones formales con la Petra, que no es mala chica, aunque tiene las piernas algo turzidas y es estropajosa para hablar. Pues buenu, va el vizconde ese y le dice la Tania que en un principio es una probe desgraciada que… Bueno… Otro día se lo terminaré de contar… Ahora me llama la señorita para terminar de fregar los platus… ¡Que bida tan perra!


»Mi tío carraspeó a su vez ochenta y cuatro veces antes de decir:


San Petersburgo, 27 de mayo de 1886

Señor don Nicéforo Pistón

Ciudad

Muy señor mío:


»―¿Cómo? ―exclamó Nicéforo abriendo unos ojos grandes como ballenas.

»―¡Dios mío! ¡Qué bestia soy! ―dije yo a mi vez dándome un golpe tan fuerte en la frente que me produje lesiones de pronóstico reservado.

»¡Había olvidado advertir a Nicéforo de un punto muy importante! Era tan importante que más que un punto era un punto y una coma. Mi tío era un enemigo declarado del lenguaje corriente y vulgar, particularmente fuera del ambiente familiar. “La gente ―solía decir― no se entiende muchas veces en sus tratos por no emplear palabras precisas y las expresiones adecuadas. ¡Cuántas discusiones, cuántos malentendidos se evitarían si todos exteriorizásemos nuestros pensamientos de un modo correcto y afable a la par que adecuado y exacto, que no diese lugar a equívocos, como se hace, por ejemplo, en las cartas comerciales y administrativas, en las que se sospesan bien las palabras y se miden cuidadosamente los conceptos!”.

»Consiguientemente, había llegado a la conclusión de que, si las personas y los vendedores de langostinos se expresasen al hablar en la misma forma que las cartas, todo el problema quedaba resuelto. Y él era el primero en poner en práctica esta teoría.

»Así, no resulta nada extraordinario que a las palabras de mi Nicéforo hubiese contestado del siguiente modo:


San Petersburgo, 27 de mayo de 1886

Sr. D. Nicéforo Pistón

Ciudad

Muy señor mío:

Después de saludarle atentamente pasaré a contestar a su atta. demanda formulada en fecha de hoy. En primer lugar, debo manifestarle mi profunda a la par que viva extrañeza por el hecho de no haber cursado su petición de un modo idóneo, o sea, de acuerdo con las normas pertinentes y los cánones que requieren las circunstancias determinativas inherentes a una gestión tan primordial en orden a la importancia atributiva que puede concederse a las acciones, o sea, decisivas y transcendentales de la vida de relación. En otras palabras: permítame, señor mío, que le señale a la par que haga fijar su atención sobre la particularidad que significa para calibrar el carácter y la idiosincrasia de los entes humanos la suma ligereza y la deficiente, por no decir deficitaria o nula impresión de prudencia, temperanza y aplomo que se desprende de la leve ligereza con que su juvenil impetuosidad le ha movido, impulsado, estimulado y compelido a plantearme sus aspiraciones de himeneo con mi sobrina sin partir de la premisa lógica, o sea, de la base pertinente de una exposición detallada, numérica y crematística a la par que sucinta, diáfana y clasificada del estado de sus finanzas, situación social, profesión, actividades habituales, carrera, ocupación que ejerce o misiones en que se desenvuelve de un modo asiduo, regular, su vida de ciudadano consciente de sus deberes cívicos. Por lo que le requiero, exhorto, incito y estimulo a que antes de seguir adelante con la tramitación formal y legal del asunto que tenemos entre manos se manifieste de un modo tan conciso, específico y concreto como yo le he hecho en la presente contingencia: las posibilidades bursátiles, agropecuarias, urbanas, rústicas y de bienes raíces o de fidecomiso con que cuenta para apoyar de un modo inconmovible, confortante y satisfactorio la ya mencionada solicitud, o, en otros términos, el caso en que nos ocupa en estos momentos que con visión objetiva e impresional podríamos calificar y calibrar de cruciales, de no resultar infinitesimales si se les sitúa o equipara con la inmensidad del cosmos universal.

Por consiguiente, y estando en la creencia de haber expuesto a la luz del día todas las facetas, ángulos y pormenores del caso, en la espera de sus gratas nuevas y pertinentes aclaraciones, queda de Vd. su más atto., y affmo. S. S.,

Crescencio Tabarroff

Ex oficial primero asimilado a ex subjefe del Negociado de Coordinaciones y Transferencias Experimentales del Departamento de Cuentas Nominativas y Acumulativas de Clases Pasivas de la Dirección General de Pagos Fiduciarios a Extinguir

Miembro honorario de la Sociedad de Tocadores de Flautín, Oboe y Trombón de Ucrania Subcarpática

»Cuando mi tío terminó de hablar, la expresión del rostro de Nicéforo era la misma que si hubiese visto cruzar por la calle a un megaterio de cuarenta y tres metros repartiendo puros entre los transeúntes. Abrió la boca tan desaforadamente como para que por ella pasase toda la flota del Báltico en formación de combate y con el buque insignia a la cabeza. Se puso verde, amarillo, tecnicolor, se tambaleó como si tuviese encima un robusto tablón y terminó por agarrarse convulsivamente a un busto de piedra pómez de Carlomagno que tenía a su lado, sin lo cual se hubiese caído al suelo en redondo y en cuadrado.

»Aprovechando que mi tío salió un momento en busca de algo para hacerle reaccionar, abandoné mi escondite e intenté con dos palabras documentar a Nicéforo sobre la extraña teoría oratoria de aquel:

»―Oigas lo que oigas, tú no te aturulates. Lo importante es que nos conceda la autorización para podernos casar cuanto antes.

»―¡Es tremendo! ―replicó mi amado limpiándose el sudor de la frente con un secante―. Estaba dispuesto a luchar por tu amor hasta con un rebaño de canguros hidrofobos, pero nunca hubiese sospechado una cosa tan horripilante. No sé si podré resistirlo.

»―Tienes que poder, amado mío. Piensa en los héroes de la antigüedad. Piensa en Aníbal, en Hernán Cortés, en el inspector Dan*

»―Lo intentaré ―declaró Nicéforo. Y no dijo más, porque en aquel momento reapareció mi tío con un cazo en la mano y yo corrí a ocultarme en mi escondrijo.

»―Es aguardiente de virutas de alcornoque ―dijo―. Lo guardo desde el tiempo de mi bisabuela. Ya verá cómo se siente bien enseguida.

»Y, tras sacarse un embudo del bolsillo, mi tío vertió el contenido del vaso en un oído de Nicéforo.

»El brebaje produjo su efecto en menos que canta un ciempiés. Mi amado tosió cavernosamente por espacio de dos horas y media, respiró hondo dos o tres veces y declaró:

»―El aguardiente de virutas ese es una maravilla. Ahora me encuentro mucho peor y, por consiguiente, en situación de contestar a sus breves preguntas, señor Tabarroff. Como ya le he dicho, amo, adoro, idolatro y estoy mochales por Azucena y creo que podremos ser felices como crustáceos. Me gano holgadamente la vida con mi profesión de perito en trombones. No bebo ni fumo ni juego, a no ser una partida de parchís con judías los domingos por la tarde, y mi único vicio consiste en tomarme una taza de malta con sacarina cada año el día de la verbena de San Juan. Puedo añadir que tengo ahorrados seis mil rublos y que el día en que fallezca un primo segundo que tengo en Baden-Baden heredaré su próspera fábrica de langostinos sintéticos. Creo que es esto todo lo que deseaba saber. Ahora, palpitante de emoción, sólo me resta esperar su fallo.

»Cuando Nicéforo hubo dicho esto, mi tío se atusó el bigote con una escobilla y tomó a su vez la palabra en voz alta pero con voz de bajo:


San Petersburgo, 27 de mayo de 1886

Sr. D. Nicéforo Pistón

Perito en trombones

Ciudad

Muy señor mío:


Para saber si continúa o no, sírvanse telefonear al Servicio Meteorológico.


* El inspector Dan fue un personaje creado por Rafael González (guion) y Eugenio Giner (dibujo) para la revista Pulgarcito de la Editorial Bruguera en 1947. (Más información).


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