Capítulo I
A ctualmente en la Plaza del Langostino Ajado de San Petersburgo se halla instalada una fábrica de caviar sintético extraído de los neumáticos viejos, una tienda de compraventa de bisoñés usados y un marmolista especializado en lápidas para tartamudos, pero en el año bisiesto de 1888, cuando comienza nuestra historia, aquel lugar era uno de los más aristocráticos y de la mayor prosapia de la hermosa ciudad de los zares. Ocupando uno de los lados de la plaza se alzaba el palacio de estilo etrusco-dálmata-visigodo-bizantino-carpetovetónico-siberiano de los Polilloff Tabarrinski, uno de cuyos antepasados había tenido el honor de jugar una partida al mus con Catalina II, con lo cual ya se ve que no eran unos pelagatos, sino una familia de sangre tecnicolor, llena de pergaminos y árboles genealógicos por todas partes. Una noche de diciembre en que caían copos como besugos, una joven de gran belleza pero de rostro demacrado y macilento y vestida andrajosamente, que apretaba contra sí a un